Autor: Humberto Palacios Rosero

“Nada hay nuevo en el mundo, excepto la historia que se desconoce”. Esta significativa frase abre las páginas de este libro, como un homenaje al hombre intrépido y luchador que en el año de 1912 se internó en la selva amazónica en busca de un mejor porvenir y se dedicó sin límites a arrancarle a la madre selva un pedazo de suelo para su subsistencia, vivió el sometimiento y las humillaciones a los indígenas en las caucheras por parte del capital inglés, fue así como en estas tierras de nadie su vida se perdió en el tiempo y el espacio.

Su nombre José María Hernández, que por circunstancias de la vida en 1932 se encontró con el conflicto colombo-peruano, un acontecimiento ajeno a sus intereses, pero que por su espíritu patriota se vio involucrado en la lucha por la defensa de su patria. Sin ser un soldado o un agente del orden, participo en algunas operaciones por su conocimiento del territorio, y pudo guiar a las tropas colombianas. Al margen del combate y sin ningún interés militar es traicionado y entregado a las fuerzas militares del Perú.

En poder de manos enemigas Hernández fue conducido a Iquitos, capital del departamento de Loreto en el Perú. Sometido a consejo de guerra y torturado, el 17 de abril de 1933 fue fusilado en medio de la soledad y lejos de su tierra que lo vio nacer, no le importó la suerte de sus hijos y su familia porque moría convencido de que su muerte le convenía a su patria y que Colombia sabría vengarlo. Para el autor de este escrito, ni lo uno, ni lo otro. Fue una muerte injusta, porque la patria por la cual murió lo abandonó a su suerte sin hacer nada para salvarlo.